jueves, 6 de noviembre de 2008

Cuánto tiempo hace ya de esto...

Te conocí un día de tantos, en aquellas noches de tedio y saturación. Me conecté con la desazón de quien busca entre lo ya conocido, como quien revuelve en un montón de ropa apilada de rebajas en espera de encontrar aquella prenda que será su amuleto, pero a sabiendas que no se encuentra en ese cúmulo de baratijas. Me equivoqué.

Estuvimos un buen rato escribiéndonos frases, recibiendo palabras que parecían proceder de la nada, y así, nos tendimos el primer puente. Esa noche hablamos de la vida, de nuestros queridos libros, de aquello que nos llena y nos vacía, y nos transportamos al mundo del entendimiento, algo tan básico y escaso en nuestro ahora.

Y ocurrió la fluidez, ese extraño camino entre la pasión y el aburrimiento, esos malditos extremos entre los que habitualmente nos movemos.

Ahora, unos meses más tarde, me invade todavía tu no presencia con alegría. Eres mi favorito desconocido.

Hace tiempo compré un cactus. Le llamé Lecter. Cada día me clava una púa y me la deja hincada en el dedo, pero no me importa. Pienso que así, llegará un día en que sin espinas será más bonito. Aunque deje de ser cactus.